miércoles, 16 de diciembre de 2015

Comentario a la Parashat -Vaigash-

Más allá de lo que sufrió Iosef personalmente a causa de su oposición a la conducta promiscua de Madame Potifar, los egipcios se enteraron que los hebreos eran claramente diferentes.  No participarían de su inmoralidad, aun si cayeran presos de idolatría.


Nuestro primer exilio 
Nosotros hemos nacido y vivimos en medio de una sociedad con principios, estilos de vida y prioridades ajenos a los nuestros.  Nuestros padres y abuelos también han nacido en entornos ajenos a los suyos (y distintos al actual) y, por lo tanto, hemos tomado este hecho como una circunstancia “natural” y tratamos de navegar lo mejor posible dentro de cada coyuntura sin destacarnos, pero también, sin perder nuestra identidad.
De todos modos, nos costaría imaginar nuestra existencia sin aquel mundo diferente allí afuera, precisamente porque todas las generaciones recientes han estado viviendo así.
Claro que la necesidad de no manifestarse diferente innecesariamente, no siempre favorece la no menos importante exigencia de no asimilarse.
Por el contrario – se constituye en un factor que conduce a la pérdida de presencia y filiación para ser parte del resto del contexto, y esto suele ser uno de los mayores desafíos de nuestra existencia como judíos del exilio. 
No obstante, no siempre fue así.
Hacia fines del libro Bereshit, encontramos a la familia de Ia’acov que por decreto de D”s, arribó a Egipto, que en aquel momento configuraba la mayor “civilización” existente.
Habiendo vivido hasta aquella  coyuntura en un país que los reconocía como distintos, y por lo tanto mantenía la distancia social para con ellos, en el momento que debieron pisar Egipto en carácter de parientes del Virrey Iosef - que había salvado al país de la hambruna - se abrían nuevos horizontes y retos a su forma de pensar y vivir.
Cada uno de estos encuentros se describe en la Torá: en primer lugar la presentación de Iosef ante el Faraón. Luego, el encuentro de Iosef y sus hermanos y el de Iosef con su padre Ia’acov, como así también las audiencias que concedió el Faraón a Ia’acov y a sus hijos.
En cada uno de los casos nos cruzamos con la disparidad en el modo de pensar, y también con el esfuerzo de la familia de Ia’acov por no integrarse a la sociedad egipcia.
Antes de proseguir, tomemos en cuenta el factor Di-vino: D”s envió a Iosef a Egipto, y éste obtuvo allí una posición privilegiada que le permitió abogar por ciertas concesiones de parte del Faraón para con su familia.
Pero, aun antes de ese momento, Iosef ya había dado claras pautas a los egipcios de que los hebreos se conducen con normas muy distintas a las de ellos.
El primer cargo que había ocupado Iosef en Egipto, había sido el de mayordomo del palacio de Potifar.  La esposa de Potifar no tardó en reconocer las virtudes de Iosef, y en típico método egipcio trató de seducirlo sin importarle en absoluto la infidelidad hacia su marido…, salvo que Iosef no era egipcio y no se dejó llevar por sus avances. (De todos modos, tengamos en cuenta también que la propia Madame Potifar no acometió en contra de Iosef, sino recién cuando lo vio un día - frente al espejo - arreglar su aspecto - Rash”í,Bereshit 39:7)
Este episodio le costó la cárcel a Iosef, y durante muchos años fue el tópico de conversación de la gente – quizás precisamente por la singularidad de su férrea posición (Rash”í Bereshit 40:1).
Más allá de lo que sufrió Iosef personalmente a causa de su oposición a la conducta promiscua de Madame Potifar, los egipcios se enteraron que los hebreos eran claramente diferentes.  No participarían de su inmoralidad, aun si cayeran presos de idolatría.
Efectivamente así fue: mientras los egipcios ni siquiera tenían certeza acerca del linaje o paternidad concretos de sus “hijos” (Shmot 12:30, Rash”í), los hebreos no cayeron en sus licencias disolutas (Bamidbar 26:5, Rash”í).
Aun así, cuando el Faraón se dispuso a contender con los hebreos, no dejó de intentar hacerlos caer víctimas de tentaciones, limitando el contacto de maridos y esposas (Hagadá de Pesaj, sobre Dvarim 26:7).
La propia Madame siguió manteniendo vivo el tema de Iosef a oídos de la gente.  La cuestión no bajó “de cartelera” hasta que D”s mandó otro enredo en el séquito del Faraón para que los programas de chismes tengan otros titulares en los que ocupar su insaciable curiosidad y fisgoneo por lo privado de la gente.
La arrogancia era parte integral de la vida egipcia.  Hasta el reo más vil se alegraba y gozaba por el sufrimiento de quienes estaban en una situación peor que la propia (Rash”í Shmot 11:5 y 12:29).
El propio Faraón respondió luego a Moshé: “No conozco a D”s, y no liberaré a Israel” (Shmot 5:2).  También lo cita el profeta Iejezkel (29:3): “Mío es mi río (Ie’or) y yo mismo me he creado”.  
Cuando después de varios años de cárcel, el Faraón mandó llamar a Iosef para que le interprete sus sueños acerca de las vacas y las espigas, luego de varios intentos infructuosos con sus hechiceros usuales, la respuesta de Iosef impactó en los oídos del Faraón: “bil’adai - no depende de mi, Su Majestad faraónica, sino de la Voluntad de D”s de transmitirme el significado de Su sueño” (Bereshit 41:16).
Otro idioma – totalmente desconocido para quien vivió su vida rodeado de intrigas cortesanas llenas de envidias ataviadas con guantes blancos.  De inmediato, el Faraón supo que Iosef era la persona indicada y conveniente para dirigir el racionamiento y la distribución de los alimentos limitados.
(Pero, como sucede en tantos órdenes de la vida, reconocer la integridad y dignidad de otro ser humano es relativamente fácil. Mucho podemos jactarnos de tener conocidos de extrema piedad. Puede hasta “hacernos sentir bien” hablar con ellos.  Emularlos es “otro cantar”).
En el mensaje que Iosef envió a su padre Iaacov, por medio del cual lo invitaba a Egipto, sabiendo lo intranquilo que estaría por la potencial influencia egipcia sobre su familia, le ofreció habitar en la tierra de Goshen, donde estarían apartados del grueso de la población (Bereshit 45:10).  Iaacov aceptó y envió a su hijo Iehudá que preparara el sitio antes de su llegada (46:28).
Una vez instalado en Egipto, le tocaba a Iosef preparar las audiencias protocolares de su familia con el Faraón. Obviamente, ellos no eran simplemente un grupo de personas más entre tantos inmigrantes.  Eran nada más y nada menos que los familiares de la persona en quien el Faraón había depositado la confianza absoluta de la economía y seguridad del país, en una coyuntura inédita de terrible hambruna.
Iosef ya sabía cuál sería la pregunta central del Faraón a sus hermanos: “¿a qué se dedican?” (Bereshit 47:3)
Aclaremos que cuando al Torá nos narra que hubo algún diálogo entre personas, no es el relato de simples formalidades, amabilidades para llenar los vacíos (cuando no se tiene de qué hablar, pero “queda feo quedarse callado”), cumplidos de rigor o muestras fingidas de interés.
¿Qué significado tiene entonces la pregunta?
En Egipto el trabajo que uno ejercía, constituía su identidad y lo colocaba en el estrato social correspondiente según la categoría con la que los egipcios consideraban cada oficio (los resabios de esta clasificación siguen entre nosotros con ciertas modificaciones).
Iosef consideraba que convenía presentarse como hacendados, lo cual efectivamente habían sido anteriormente, y no como pastores que era el status al que habían “descendido” últimamente, porque no era bien visto en Egipto.
Aun así, eligió a los hermanos menos robustos para integrar la delegación, a fin de que el Faraón no los viera aptos para ser sus ministros.
Los hermanos, sin embargo, optaron por revelarse directamente como “simples” pastores, indicando también su poco interés por participar del quehacer político de la capital, provocando así una actitud negativa del Faraón,  cediéndoles una ubicación más bien retirada, como era la tierra de Goshen. 
Ahora tocaba el turno de presentar a Iaacov ante el Faraón. También para Iaacov el Faraón tenía una pregunta (¿indiscreta?): “¿Qué edad tienes?” (Bereshit 47:8).
La respuesta de Iaacov fue un tanto elaborada:
“Mis días de los años vividos cronológicos son ciento treinta años, pocos y malos han sido los días de mis años y no han alcanzado a los días de los años de mis padres en su existencia”.  
¿Qué significa esta conversación?
El Faraón jamás había visto a una persona tan avejentada como Iaacov. Esto originó su interrogatorio (¿qué significado o propósito tiene acaso la vejez?).
La respuesta de Iaacov es aleccionadora.  Efectivamente -  respondió con humildad – los trazos faciales demuestran más sufrimiento (la persecución de Eisav, los engaños de Laván, el secuestro de Diná, la desaparición de Iosef…) que el que pasaron mis padres. Sin embargo, los años efectivos de vida productiva a nivel espiritual – que es lo que realmente cuenta - no han alcanzado los logros que mis padres tuvieron a esta edad.
Es importante señalar que hemos atravesado una experiencia de 2.000 años de exilio.
Las “culturas” y “civilizaciones” que hemos visto pasar frente a nuestros ojos, fueron numerosas y de las más diversas naturalezas.  Por lo general, el tiempo que hemos permanecido junto a determinada sociedad, fue inversamente proporcional al tiempo que demoró nuestra adaptación e incorporación a dicha forma de vida – extraña a la nuestra.
La historia se repite, aun cuando cambian los colores y la decoración del escenario.
 La familia de Iaacov arribó (lit. “que llegan”) en Egipto “cada hombre y su familia” (Shmot 1:1).
 La proximidad entre los integrantes del núcleo familiar es fundamental para la supervivencia espiritual en un entorno hostil.
Asimismo, el tiempo presente (en lugar de expresarse en pasado), de “quienes llegan”, nos transmite la imagen de aquel que acaba de inmigrar a una tierra desconocida.  La sensación es de incertidumbre, sentimiento de desacierto, desconocimiento del lenguaje, falta de hábito en las costumbres locales, percepción de ser un extraño.
En resumen: la imagen de vivir el destierro.
Si bien el recién llegado y sus hijos suelen sentirse presionados a dejar atrás esa incomodidad y convertirse en “gauchos judíos”, la celeridad en que esa metamorfosis se produzca, jamás ha favorecido la continuidad de la identidad propia. 
Nosotros somos mayoritariamente 2ª, 3ª o 4ª generación de inmigrantes llegados a estas latitudes.  Conocemos de cerca el fracaso de una rápida absorción a una sociedad ajena.  Las lecciones de la llegada de la familia de Iaacov a Egipto y las colisiones espirituales subsiguientes, deben dejarnos una enseñanza válida para la actualidad.

                                                                                              Daniel Oppenheimer

jueves, 10 de diciembre de 2015

Hanukkah Festival





martes, 8 de diciembre de 2015

revelando la soberanía de Di-s

El Sagrado Templo y la nación judía establecen el reino de Di-s en el mundo. 
Los griegos aspiraban perturbar el orden divinamente ordenado oprimiendo a los Judios y profanando el Templo siendo finalmente derrotados. Tanto el pueblo judío y el Templo fueron liberados, asegurando el lugar de Di-s en el mundo una vez más. La verdad profunda interior del universo emanado a través de la Menorá en el Templo, revelando la soberanía de Di-s sobre el mundo natural.
El templo ahora está en ruinas y el pueblo judío están en el exilio, sin embargo, creemos que pronto ambos serán completamente levantados y que la redención final se lograrán muy pronto y en nuestros días.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Comentario a la Parashat -Miketz-

Había una vez un país llamado “República Obediente” que estaba gobernado por un rey muy justo y perfectamente íntegro. Lideró a su país durante 80 ańos con total integridad, y aun en situaciones muy difíciles de hambre y privación, se preocupó por el bienestar de cada uno de sus súbditos.
Jamás - en todos aquellos ańos - tocó lo que no le correspondía por ley, y jamás hubo objeción alguna sobre su conducta en el gobierno. Si bien tenía oportunidad de ubicar a sus parientes y amistades personales en posiciones claves del gobierno para devolver favores o para sentirse más seguro y confiado en el poder - ello tampoco sucedió. 
(Una leyenda del país de las maravillas…)

De todos los personajes de la Torá hay uno a quien se le da el título, según de los Sabios, en términos de “tzadik” (justo) cuando se lo menciona. Esto no se debe a que fuese el único “tzadik” de la Torá, sino porque esa cualidad lo caracterizaba particularmente. Era Iosef, hijo de Ia’acov.
¿Y POR QUÉ SE LO LLAMA “TZADIK”?
En su vida ocurrieron tantas ocasiones que le permitieron demostrar esa virtud, que seguramente no podremos limitar ese “título” por un evento en particular.
Pasemos a citar algunas referencias.

A raíz de la calumnia de la esposa de Potifar
, amo de Iosef, éste terminó preso en la cárcel. Allí D”s asistió nuevamente a Iosef haciéndolo caer en gracia a los ojos del responsable de la prisión. Fue así que Iosef terminó siendo el encargado de todo lo que allí sucedía.

Recordemos que Iosef había sido vendido como esclavo a Egipto a los diecisiete ańos.
Una tierra con una “cultura” muy fuerte y por cierto de una moralidad muy baja y perversa. Testimonio de eso lo tenemos cuando, al salir de Egipto, las casas de los egipcios estaban llenas de “primogénitos” de las distintas relaciones adúlteras que mantenían las mujeres egipcias con diferentes hombres.
A los diecisiete ańos, podía haber sentido - con toda seguridad - que el destino lo trató con injusticia. Como esclavo (nunca en la historia un siervo logró escapar de Egipto) ya jamás volvería a ver a su familia, a sus seres queridos... pero eso no hizo cambiar a Iosef: no perdió ni un ápice de apego a su padre y a sus enseńanzas.
Esta conducta no cambió aun en la cárcel, donde la frustración y el sentimiento de fracaso potencian las conductas negativas de las personas. 

LOS MINISTROS EN LA CÁRCEL
Pasaron los ańos, y dos de los ministros de más confianza del Faraón - el encargado de su bebida y el confiado con su pan - fueron colocados en la misma prisión por negligencias en sus tareas. Así quedaron bajo el cuidado de Iosef.

Un ańo más tarde, ambos tuvieron un sueńo la misma noche y amanecieron turbados por la falta de comprensión de lo que habían visto. Iosef les vio la mala cara y averiguó el motivo. Después de escuchar la narración de cada uno, les interpretó a cada cual según el sueńo - el encargado de su bebida sería restituido a su cargo anterior…y el confiado con su pan sería ejecutado tres días más tarde.
Ambos supieron que Iosef había acertado en su definición, pues habían sońado también sendas elucidaciones (pero cada uno el desenlace del otro - Brajot 55.).

Es más fácil vislumbrar la situación del otro que la propia, pues está ausente la subjetividad que opaca la comprensión. Sin embargo, no es sencillo hacerle ver la verdad al prójimo…


Iosef, pues, pidió al ministro de servir copas, que cuando salga en libertad, aproveche su acceso al Faraón para liberarlo también a él, pues había sido secuestrado de Cna’an y condenado por Potifar injustamente (Bereshit 40:14).
La interpretación que brindó al copero se materializó, pero este “olvidó” a Iosef inmediatamente - y no le demostró gratitud ayudándole a salir de la cárcel.

A simple vista, la interpretación de Iosef contradecía toda lógica. En aquellos tiempos, quien había faltado al honor del rey podía ser ejecutado en el acto. Si tenía suerte y llegaba vivo a la cárcel, probablemente no volvería a ver la luz del sol. Y si llegaba a salir, por supuesto que no volvería a cubrir el cargo que ostentaba previamente.
Sin embargo, Iosef le hizo saber al ministro de la bebida que reasumiría su puesto anterior - solamente para que lo liberara a Iosef de su encarcelamiento.

Aun así, lo que más dio certeza al ministro que Iosef estaba totalmente seguro de lo que decía, fue la interpretación sobre el futuro del panadero.
ˇżPor qué arriesgaría Iosef - voluntariamente - pronosticar una predicción tan nefasta - la ejecución - si eso le podía significar su propio suicidio?!
ˇImaginemos por un momento el cuadro del ministro del pan si hipotéticamente hubiera salido en libertad después de tres días de agonía espiritual causados por un esclavo en la cárcel! ˇżacaso no se ocuparía de torturarlo o matarlo?!
Obviamente, Iosef no tendría la más mínima duda, que sus palabras eran verdad (Meshej Jojmá).

Pero claro: la arrogancia del copero no le permitía aceptar ese punto - y “se olvidó”.

EL HOMBRE DE FÉ
Los Sabios aplican el pasaje de Tehilim (40:5), “Bienaventurado el hombre que confía en D”s” - a Iosef, un célebre Tzadik que se mantuvo en la senda ética a pesar del entorno corrupto egipcio: “y no se dirigió a los arrogantes” - refiriéndose también a Iosef: por el hecho de haber recurrido a la ayuda del copero, permaneció (como castigo Celestial) dos ańos adicionales en la cárcel (Midrash, Shmot Rabá 7:1).
LOS SUEŃOS DEL FARAÓN
Transcurrieron dos ańos adicionales y el Faraón tuvo sus fatídicos sueńos en los que veía cómo las siete vacas flacas devoraban a las vacas gordas, y lo mismo sucedía - en el sueńo sucesivo - con las espigas raquíticas que se consumían a las espigas gruesas.
Los intérpretes del Faraón estaban perdidos: no sabían calmar la profunda angustia que provocaba la incertidumbre al rey.

En ese momento, al ver que el rey mostró estar totalmente insatisfecho por los análisis que le ofrecían los hechiceros, el copero recordó los dones de Iosef y se los hizo saber (aunque de manera muy despectiva) al Faraón que éste era experto en tema de sueńos.

El copero temía que el Faraón moriría de angustia - y posiblemente él sería reemplazado cuando entrara a gobernar el sucesor (Midrash, Bereshit Rabá 89:7).

El Faraón hizo caso omiso al desprecio del copero hacia Iosef. De inmediato, Iosef fue sacado de la cárcel, y dispuesto para presentarse ante el rey.
Antes de interpretar los sueńos del Faraón, Iosef le avisó 
que su supuesta habilidad no era propia, sino que simplemente “es D”s Quien responderá por el bienestar del Faraón” a través suyo.

Lejos de vanagloriarse por el don que lo destacaba, Iosef adscribió públicamente a D”s lo que Le corresponde, sin intentar beneficiarse personalmente con lo improcedente.
 
Dice el R. Jaim Shmuelevitz sz”l (Sijot Mussar 5732:12) que esta virtud fue la que más impresionó al Faraón, quien luego otorgó a Iosef el cargo de virrey y administrador de los alimentos y del tesoro real. 

Iosef hizo saber al Faraón la gran responsabilidad que le incumbía como rey de la “primera potencia mundial”. D”s había indicado mediante el sueńo dos períodos de siete ańos muy contrastados que habrían de suceder de inmediato: un período de enorme hartura - y otro similar, de total escasez (la insuficiencia de pan - simbolizado mediante las espigas vacías - es mucho más grave, que la falta de carne - representada por las vacas flacas). La repetición del sueńo seńalaba la urgencia de la decisión a tomarse.
Ciertamente al Faraón - que era el único que podía reglamentarlo - Iosef le aconsejó que debía economizar y atesorar el excedente de los próximos ańos, a fin de suministrar esa comida durante los ańos difíciles.
¿Quién sería el administrador?
EL VALOR DE LA LEALTAD
El Faraón no se equivocó: Iosef demostró ser honesto con los bienes del Faraón del mismo modo que ya había sido perfectamente fiel a Potifar y al carcelero.


Esto aparenta ser bastante simple. Sin embargo, en la vida real, se requiere mucha humildad y una absoluta creencia en D”s, para poder llegar a tal nivel.
Sin embargo, queremos creer por nuestra experiencia de vida, que el poder corrompe, aun al más justo. Iosef nos demostró que no es necesariamente así.
Administrar fondos ajenos, no es una ocupación que a los humanos nos resulte fácil de cumplir con honestidad. 
Iosef tuvo a todo el país (o a todo el mundo) en sus manos. Si no fuera por él, nadie hubiera tenido qué comer durante la hambruna generalizada.
Él salvó a todos de la muerte segura al interpretar correctamente los sueńos del Faraón y administrar eficientemente los recursos. żHabría algo que le impida beneficiarse de la situación?
ANTE LOS HOMBRES Y ANTE D”S
Ahora, Iosef había pasado a ser el “hombre fuerte” de Egipto. El desafío de inmoralidad no se reducía a su acceso a todos los bienes de Egipto, sino también a la vida ligera que llevaban los habitantes del país.

En la bendición de Ia’acov a sus hijos, tenemos el testimonio de cómo las egipcias, para llamar su atención, literalmente le arrojaban sus joyas desde los balcones cuando aun en calidad de virrey, Iosef iba caminando con la cabeza baja para no responder a todos esos intentos de seducción.

El Talmud (Iomá 35:) nos dice que existieron varias personas que “comprometen” (demuestran que todo es cuestión de voluntad) en momentos del Juicio Celestial. Uno de ellos es Iosef. Cuando una persona se presenta al Tribunal Di-vino y, ante el cuestionamiento acerca de su vida promiscua quiere responder que su propia atracción física no le permitió controlar sus instintos, le responden: “żAcaso eras más atractivo que Iosef...?”

Iosef accedió así al puesto de virrey, desde donde - con el tiempo - pudo traer a su gran familia a Egipto y mantenerlos, proveyéndoles del alimento vital en los ańos de hambruna con los víveres que había bajo su responsabilidad.
żCómo sucedió esto?

LLEGAN LOS HERMANOS
Transcurrieron nueve ańos más: los siete de abundancia, y los dos primeros de hambruna. En esos dos ańos los hermanos habían venido a Egipto en busca de alimento
, pero Iosef no se dio a conocer hasta tener la certeza que se habían resuelto las diferencias que los había dividido en el pasado.

Cuando finalmente se reencontraron, y felizmente Iosef podía reunir a toda su familia, aun así no envió los carros del gobierno para traer a su padre Ia’acov desde Cna’an, hasta que el Faraón mismo le ordenó que así lo hiciera.

żCómo sabría Ia’acov que Iosef era el mismo Iosef que había dejado, a pesar de vivir en medio del Egipto corrupto de entonces?
Más tarde, cuando le quiso enviar una prueba a Ia’acov que él, el gobernante de Egipto que parecía ser una persona de tanta dureza, era realmente Iosef, y que su vida espiritual permanecía intacta, le enseńó a sus hermanos
 el último tema que había estado estudiando con su padre: “Eglá Arufá” (el tema de la Torá que trata de un homicidio que no terminó de esclarecerse, y la consiguiente ceremonia de descargo de la ciudad más próxima al hecho). Recién cuando el padre vio esto (que Iosef permaneció en Egipto ˇˇ22 ańos!! sin corromperse), “revivió” el espíritu de Ia’acov y aceptó ir a ver a su hijo ańorado.
UN EJEMPLO DE CORRECCIÓN
Y aun entonces, a pesar que el Faraón le dijo que todo “lo mejor de Egipto estaba a su disposición”, 
Iosef repartió la comida para su familia “de acuerdo a los bebés”. Ni más, ni menos.
Y cuando el Faraón le ofreció ubicar a los hermanos en posiciones de poder, Iosef se puso de acuerdo con ellos para evitar que eso ocurra
. Sin duda, detrás de toda esta situación estaba la triste realidad que todos, tanto Iosef como el resto de la familia, se estaban sumiendo en el exilio que D”s le había vaticinado a Avraham en el pacto.
También ahí observamos que los hijos de Iosef no aprovecharon ningún beneficio por el hecho de ser hijos del gobernante y, a la hora de la verdad, fueron esclavizados junto con el resto de los descendientes de Ia’acov.

LOS ALUMNOS DE IOSEF
Iosef tuvo emulos que lo siguieron a través de toda la historia de nuestro pueblo. Notemos algunos ejemplos:

La Mishná nos cuenta en el tratado de Eduiot que Akavia ben Mahalalel disentía con el resto de los Sabios de su época en cuatro temas. Sin entrar a explicar aquellos cuatro puntos delicados de la ley que, como gran parte del Talmud, no se aplican en la vida cotidiana porque los casos no se dan fácilmente en la práctica, Akavia mantenía su posición frente a la de los demás debido a que era la que él había escuchado de parte de la mayoría de sus maestros en sus ańos de estudio anteriores. De acuerdo a la regla de la Torá, pues, siguió a la mayoría de la cual había aprendido Torá.
En su época, quedó vacante la posición de jefe del Bet Dín, sin duda un cargo de jerarquía en el cuerpo jurisdiccional del pueblo.
Conocido por su erudición y rectitud, los Sabios se le acercaron y le ofrecieron ser el nuevo Av Bet Din con la condición que se retractara de los cuatro puntos en discordia y se sumara a la opinión de los demás.
Akavia les contestó: 
“prefiero que me llamen ‘tonto’ (shoté) toda mi vida (por haber perdido esta oportunidad) y no ser ‘falso’ (rashá) por un instante delante del Todopoderoso - pues la interpretación de la gente será que cambié de opinión para llegar al poder”.
Esta era la honestidad de los Sabios del Talmud.
No obstante, sigue contando la Mishná, momentos antes de fallecer, indicó a su hijo que siga la opinión de sus adversarios de estudio y no la propia de él. En el caso de su hijo, ya la mayoría de los Sabios se inclinaba por la posición contraria de lo que había sido el núcleo de disidencia. (La idea, pues, no era empecinarse por perpetuar las posiciones propias). El hijo le pidió al padre que dejara instrucciones antes de fallecer para que sus colegas lo tomaran en cuenta (”¿acomodo”?), a lo cual el padre se negó rotundamente.
“¿Quizás encontraste en mí una conducta que no fuese idónea?” preguntó el hijo.
“En absoluto” - respondió el padre: “Ma’aseja iekarvuja, uma’aseja ierajakuja” 
ˇson tus propias acciones las que te acercarán y las que te distanciarán!
ˇQué lejos del mundo al que estamos acostumbrados!
SER “BICHO RARO” NO ESTÁ MAL
¿Alguna vez se sintió afligido porque le parece que vive en un mundo corrupto o bajo un gobierno corrupto?
Es realmente triste que así ocurra. Quizás lo pueda solucionar, tal vez no. Pero sepa una cosa: La corrupción comienza… en casa. Mírese al espejo. Todos podemos y tenemos mucho por corregir. Y en ese sentido, es cuestión de voluntad.

El Rav Ia’acov de Lisa escribió en el testamento a sus hijos que en caso de una duda por algún tema que se relacione con dinero, 
siempre se dirijan a una autoridad rabínica y nunca lo decidan por su propia cuenta...Siendo él joven, invirtió el dinero que le habían dado como dote, poniéndolo en manos de un hábil comerciante. Poco después, éste se lo devolvió pues vio que estaba por quebrar. R. Ia’acov, no quiso quedarse con los fondos al advertir que había otros acreedores a quienes no se les devolvería la totalidad de su dinero. Por lo tanto, insistió en quedarse únicamente con la pequeńa fracción que le correspondía dentro de la quiebra...
Hasta el día de hoy, cuando bendecimos a nuestros hijos, decimos el mismo texto que Ia’acov pronunció sobre sus nietos, los hijos de Iosef: “...Que D”s Te coloque como Efraim y como Menashé”.
Estos hijos de Iosef, en una tierra y en un ambiente totalmente antítesis de las enseńanzas que habían conocido sus primos de Cna’an, fueron criados con la misma educación dignos de llamarse nietos de Ia’acov, o aun más, convertirse, como los mismos hijos de Ia’acov, en progenitores de dos de las tribus de Israel. Esto habla de una dedicación y un ejemplo que sólo Iosef pudo darles.

Daniel Oppenheimer