miércoles, 1 de enero de 2020

אבא - אברהם פריד וארי היל // Abba Avraham Fried & Ari Hill







domingo, 1 de octubre de 2017

Un Etrog del Paraiso

(Extraído de Maase Abot, Relatos Jasídicos, © Edit. Benei Sholem)
Era el primer día de Sukkot (la Fiesta de las Cabañas) y todos los congregados en el Beit Hakneset del santo Rabí Elimelej de Lizensk estaban impregnados de un espíritu festivo singular.
Se sentía el Iom Tov en el aire.
Rabí Elimelej se puso de pie en el "Amud" (púlpito) para comenzar a recitar el "Halel" pero se interrumpió. Todos los ojos se volvieron hacia él. ¿Por qué se detenía tan súbitamente en medio de su vaivén, mientras empujaba firmemente el Etrog en sus manos? ¿Y por qué no proseguía con el servicio en su manera habitual? Era evidente que algo le preocupaba. Algo muy emocionante, a juzgar por la mirada de su radiante rostro.
Rabí Elimelej se dirigió a su hermano, el santo Rabí Zushe, quien había venido a pasar la festividad con él, para decirle ansioso: -¡Ven y ayúdame a encontrar el Etrog que está impregnando toda la sinagoga con la fragancia del Jardín del Edén!
Y juntos fueron recorriendo el lugar, hasta llegar a un rincón del Templo. Allí estaba parado un individuo de aspecto tranquilo evidentemente sumido en sus pensamientos.
-¡Es éste! -dijo Rabí Elimelej, encantado. Y dirigiéndose a él le preguntó:
-Por favor, querido amigo, dígame quién es y adónde consiguió ese magnífico Etrog.
El hombre, con expresión sobresaltada por la inesperada pregunta, replicó lentamente, eligiendo con cuidado sus palabras:
-Con el debido respeto, Rabí, es una larga historia. ¿Quiere sentarse y escucharla?
-¡Por supuesto que sí! -contestó el Rabí Elimelej.
-Estoy seguro que será una historia que vale la pena oír.
-Mi nombre -comenzó el hombre de aspecto tranquilo- es Uri, y vengo de Streslisk. Siempre he considerado la bendición del Etrog como una de mis Mitzvot favoritas. Como soy un hombre pobre normalmente no podría darme el lujo de comprar un "Etrog" según mis deseos, pero mi joven esposa está de acuerdo conmigo en su importancia y me ayuda trabajando de cocinera, así se independiza económicamente de mí.
Estoy empleado como maestro en la aldea de Yanev, que no queda lejos de mi ciudad natal. En general uso la mitad de mi salario para nuestras necesidades y con la otra mitad compro un "Etrog" en Lemberg. Pero, para no gastar dinero en el viaje, generalmente voy allí a pie.
Este año durante los Diez Días de Retorno (Aseret Iemei Teshuvá) entre Rosh Hashaná y Iom Kipur caminaba hacia Lemberg con cincuenta monedas en mi bolsa, con las cuales compraría un "Etrog". Cuando atravesé el bosque me detuve a la vera del camino para comer algo y descansar. Como era el momento de rezar Minjá, me dirigí hacia un rincón y oré.
Estaba en la mitad de Shemoné Esré (oración silenciosa de "19 bendiciones") cuándo escuché quejas y lamentos, como de una persona en agonía. Instintivamente supe que era judío, aunque el hombre no había dicho una sola palabra inteligible. Me apuré en terminar mi plegaria para averiguar que ocurría y ver si podía ayudar en alguna forma.
Cuando me volví hacia el hombre, que estaba en evidente zozobra, contemplé a una persona singular y de aspecto tosco, vestido con ropas de campesino, con un látigo en sus manos, contando sus penas al cantinero.
De su perturbador relato, más incoherente aún por lo sollozos intermitentes, pude entender que el hombre era un pobre judío que se ganaba el pan como carrero. Tenía esposa y varios hijos y apenas al ganaba lo suficiente para poder vivir. Y ahora le había ocurrido una terrible calamidad. Su caballo, sin el cual nada podía hacer, se había desplomado repentinamente en el bosque, no lejos de la taberna y se quedó allí sin poder levantarse.
Yo no podía soportar el verlo tan desesperado, y traté de consolarlo y asentarlo, diciéndole que no debía olvidar que hay un Di-s sobre nosotros, y que él siempre podía ayudarlo en su infortunio, por más grande que le pareciera.
El dueño del bar, conmovido por la historia del carrero le dijo: -Le vendo otro caballo por cincuenta monedas, aunque le puedo asegurar que vale por lo menos ochenta. Pero quiero ayudarlo en su dificultad.
-No me haga reír -replicó el carrero amargamente. -Ni cinco monedas siquiera tengo y me dice que puedo comprar otro caballo por cincuenta.
Sentí que no podía guardar el dinero para el "Etróg" cuando había un hombre en una situación tan desesperante.
-Dígame cuál es el precio más bajo que aceptaría por su caballo, le dije. El cantinero se volvió sorprendido
-Si me paga en efectivo, me conformo con cuarenta y cinco monedas ni un centavo menos. ¡Estoy vendiendo mi caballo con pérdidas ya!
Inmediatamente extraje mi billetera y le entregué cuarenta y cinco monedas, mientras el carrero lo miraba, con los ojos desorbitados de sorpresa. Estaba mudo y su alegría era indescriptible.
-Ahora ve como el Todopoderoso puede ayudarlo, aun cuando su posición parezca completamente desoladora -le dije, antes de que saliera con el cantinero a ensillar el nuevo caballo.
Ni bien salieron, rápidamente junté mis pocas cosas y desaparecí, pues quería evitar el agradecimiento.
Luego llegué a Lemberg con las cinco monedas restantes en mi bolsillo, y naturalmente tuve que contentarme con comprar un Etrog común. Mis intenciones originales eran gastar cincuenta monedas en un Etrog excepcional.
Generalmente mi Etrog es el mejor de Yaner y todo el mundo suele venir a recitar la bendición apropiada con él. Este año me daba vergüenza volver a casa con un ejemplar tan pobre, de manera que mi esposa estuvo de acuerdo en que viniera aquí, a Lizensk donde nadie me conoce.
-Pero mi querido Rabí Uri -gritó Rabí Elimelej, ahora que el maestro habla finalizado su historia- el suyo es verdaderamente un Etrog excepcional, en el mejor de los sentidos! ¡Ahora me doy cuenta por qué tiene la fragancia del Jardín del Edén! Déjeme contarle la continuación de su historia.
-Cuando el carrero, a quien usted salvó del desastre, contempló su inesperada buena fortuna, pensó que usted debía haber sido nada menos que el mismo profeta Elías, a quien el Todopoderoso habría enviado a la tierra disfrazado de hombre para ayudarlo en su desesperación. Habiendo llegado a esa conclusión, el feliz carrero buscó una manera de expresar su gratitud al Creador pero el pobre hombre no sabía ni una palabra de hebreo, ni una oración. Entonces buscó un modo adecuado de dar las gracias.
Súbitamente su rostro se iluminó. Tomó su látigo y castigó al aire con todas sus fuerzas, al tiempo que gritaba de lo más profundo de su ser:
-¡Oh querido Padre en el Cielo! ¡Te amo mucho! ¡Te amo más aún que a mi querida esposa y a mis hijos! ¿Qué puedo hacer para demostrar mi amor por Ti? ¡Déjame hacer sonar mi látigo como prueba de mi amor! De inmediato el carrero hizo resaltar su látigo tres veces.
En vísperas de Iom Kipur -continuó su relato Rabí Elimelej el Todopoderoso estaba sentado en su Trono del Juicio, escuchando las primeras plegarias del Día del Perdón.
Rabí Levi Itzjak de Berdichev, quien actuaba como Asesor de la Defensa de sus hermanos judíos, empujaba un carro lleno de Mitzvot (buenas acciones) de los judíos hacia los Portones del Cielo, cuando apareció Satán, acusador de los judíos, y obstruyó el camino con bolsas de malas acciones, de modo que el carro no podía pasar y Rabí Levi Itzjak no podía proseguir su camino.
Mi hermano, Rabí Zushe y yo agregamos nuestras fuerzas para ayudar a Rabí Levi Itzjak a mover el carro hacia adelante, pero todo era en vano. Aún nuestros esfuerzos combinados no lo lograron.
De pronto llegó el sonido de restallar de un látigo, y un enceguecedor rayo de luz apareció, iluminando todo el universo, hasta los cielos mismos.
Ahí vimos a los ángeles y a los Tzadikin sentados en círculo, cantando alabanzas a Di-s. Al escuchar las palabras del carrero y el restallar de su látigo dijeron:
-¡Feliz el Rey que así es alabado!
De pronto, el ángel Mijael apareció trayendo un caballo, seguido por el carrero con el látigo en mano.
El ángel Mijael ató el caballo al carro de las Mitzvot judías y el carro hizo sonar su látigo. Súbitamente el carro dio un tirón hacia adelante, aplastó los pecados judíos que obstruían el camino y lo hizo llegar hasta el Trono de Honor. Allí el Rey de los Reyes, Di-s, lo recibió graciosamente y levantándose del Trono del Juicio, y se dirigió a sentarse al Trono de la Piedad. Así un Feliz Año Nuevo quedó asegurado a todos los judíos.
-Y ahora querido Rabí Uri -concluyó Rabí Elimelej- ya ve que todo esto fue a causa de su noble acción. Regrese a su casa en paz pero antes de irse, permítame tomar en mis manos este magnífico "Etrog" y recitar "el Halel" con él.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Tzama Lecha Nafshi





jueves, 31 de agosto de 2017

La Campaña de Tzedaká

La campaña de Tzedaká pronto va a empezar. ¿Qué clase piensas que va a ganar el concurso por juntar la mayor suma de dinero?- preguntó Janá Rabinowitz, alumna del último año de la secundaria en Bet Yaakob mientras entraba a la escuela.
-El año pasado ganamos, aunque las otras clases tuvieran más alumnas. Esperemos que podamos hacerlo otra vez -dijo Jaia.
Al entrar en la escuela, no pudieron evitar ver los pósters que anunciaban el comienzo del concurso de Tzedaká 5766. El dinero se dividiría entre varias causas dignas. A la clase ganadora se le obsequiaría una fiesta y recibiría un reconocimiento especial en la asamblea escolar.
En clase, Rabí Grinbaum, el profesor, dijo:
-Chicas, estamos por dar comienzo a nuestro especial concurso anual de Tzedaká. ¿Alguien conoce alguna historia insólita sobre Tzedaká que quiera contarle a la clase?
Ribká Moscowitz, una niña que siempre rebosaba de entusiasmo, levantó la mano.
-Hace poco oí una hermosa historia -exclamó.
-Adelante, Ribká -dijo Rabí Grinbaum.
Ribká contó la historia.
Esto sucedió en Europa hace unos cien años, en una pequeña ciudad de Galicia. Había un Rebe jasídico que siempre daba la bienvenida a todos, pero se lo notaba especialmente cálido con Berel, el sastre. Berel era un judío muy sencillo, que pasaba casi todo el tiempo trabajando en su oficio. No era un Talmid jajam (estudioso de la Torá) sin embargo, siempre que llegaba a la sinagoga el Rebe lo recibía con una gran sonrisa y un cordial; ¡Shalom Alejem!
Los ojos del Rebe brillaban con una calidez especial cuando veía a Berel. Los jasidim (seguidores del Rebe) no se podían explicar este sentimiento especial del Rebe. ¡Se sorprendían muchísimo sin embargo, cuando alguien le pedía una bendición al Rebe y éste le sugería que fuera a lo de Berel, el sastre, a pedirle una bendición!
Un día, los jasidim tuvieron suficiente valor para preguntarle al Rebe. Esto es lo que dijo el Rebe:
-Un día, un padre vino a verme llorando porque el compromiso de su hija estaba a punto de romperse puesto que el hombre no tenía dinero para cumplir las promesas hechas a la familia del novio. No podía dirigirme a las personas que generalmente me ayudan porque justo había terminado de recaudar dinero para otras causas. Estaba a punto de abandonar todo cuando pensé en Berel. No es un hombre rico pero tiene un buen corazón y me ha ayudado con frecuencia.
Cuando le hablé, me contestó: -Rebe, todo lo que tengo es el dinero que estuve ahorrando para el casamiento de mi propia hija. Me llevó algunos años juntar este dinero, pero si lo necesita para salvar un casamiento, se lo daré. En cuanto a mi hija, HaShem ayudará.
Fue a otra habitación y volvió con un monedero. En realidad, estaba sonriendo cuando me lo dio, como si no se sintiera mal en absoluto. Dudé, sin saber si era correcto aceptar semejante sacrificio. Pero cuando recordé al padre desesperado y las lágrimas en sus ojos, decidí aceptar el dinero de Berel.
-Berel -le dije -que HaShem haga llover bendiciones sobre ti. Que tu parnasá (sustento) sea abundante para que siempre puedas ayudar a los demás y tengas suficiente para tu familia.
Berel sonrió como si acabara de ganar la lotería. Ahora entienden. Un hombre que se puede sacrificar así por otra persona tiene un mérito especial en el cielo.
Rabí Grinbaum dijo:
-Realmente es una historia especial. Gracias por contarla. Es una excelente manera de comenzar nuestra campaña.
-¡Oh! La historia no terminó -agregó Ribká.
Seis meses más tarde, la tía mayor de Berel falleció y le dejó una gran herencia. La hija de Berel pronto se comprometió y Berel ya no tuvo que preocuparse por ganarse el sustento.
-HaShem siempre recompensa a los que se sacrifican para ayudar a los demás -comentó Rabí Grinbaum. Pero niñas, quiero que sepan que uno no debe dar más de la quinta parte de lo que posee para Tzedaká. Berel fue obviamente una persona excepcional con mucha fe en que HaShem lo cuidaría. Todos estamos obligados a ayudar pero no a dar todo lo que tenemos.
-Una cosa más, chicas. Sé que van a empezar la campaña esta noche pidiendo a sus padres que contribuyan. Eso está bien. Pero recuerden dos cosas. Primero: sus padres tienen muchas obligaciones financieras y hay recesión así que muchos padres no podrán dar todo lo que quisieran. Segundo: lo importante de la campaña es que nosotros demos de nuestros propios ahorros y que vayamos a recaudar de otras personas. Así que recuerden, sus padres están sólo para alentarlas.


Todas las niñas se conmovieron con la historia de Ribká y se sintieron alentadas por Rabí Grinbaum para participar en el concurso de Tzedaká. Janá se sintió muy inspirada y decidió juntar dinero para la campaña. No tenía ahorros propios así que le pidió ayuda a su papá. ¡Qué grande fue su desilución cuando le dijo que no!
Le explicó:
-Tienes que darte cuenta, Jany, de que apenas tenemos suficiente para nuestras propias necesidades. Primero, tenemos que cuidarnos nosotros. Los tiempos son duros y no puedo darme el lujo de ayudarte.
Se sorprendió con su respuesta.
-Pero papi -dijo-, nosotros podemos arreglarnos. Baruj HaShem tenemos comida, casa y ropa. Hay tantos que ni siquiera tienen eso. ¡Necesitan nuestra ayuda!
-Bueno Jany, como dije, cuando las cosas mejoren y gane más, tendremos algún dinero extra para el concurso de Tzedaká, hasta entonces no podemos dar nada.
Jany estaba deprimida. Era verdad que su familia estaba lejos de ser rica, pero muchas familias tenían aún menos. ¿Cómo podía convencer a su papá de participar, aunque sea un poco? Quizás debería contarle la historia de Berel. Pero no, hasta podría decir: "la caridad empieza por casa".
Al día siguiente, como siempre, el señor Rabinowitz el padre de Jany fue a su trabajo en la fábrica. "No es un muy buen trabajo, pero al menos paga las cuentas", pensó.
Al llegar vio a los hombres reunidos en grupos y con los rostros serios.
-¿Te enteraste de las malas noticias, Rabinowitz? -preguntó David Landsberg-. Oí que la compañía va a despedir a cinco de nosotros por la recesión. ¡Vaya uno a saber quién de nosotros va a recibir el sobre!
El señor Rabinowitz se puso pálido cuando de repente tomó conciencia de que su trabajo estaba en juego. "Si soy uno de los cinco ¿cómo mantendré a mi familia?" pensó preocupado.
El capataz entró a la habitación.
-Señores, como ya saben tengo que darles un doloroso anuncio. Las ganancias de la compañía han caído considerablemente debido a la escasez de pedidos. Nadie tiene la culpa. Es por la recesión. Me han ordenado despedir al menos a cinco trabajadores para reducir gastos y recuperar dinero. Lo lamento más todavía porque todos son mis amigos.
Luego el capataz entregó sobres a cinco empleados. Estos contenían el anuncio y un cheque con el sueldo de una semana. El señor Rabinowitz se puso pálido cuando le entregaron un sobre con las malas noticias.
-Pero mi familia mi familia -balbuceó en tono suplicante. Le cayeron lágrimas por las mejillas.
El capataz se mostró compasivo, pero no podía hacer nada. Morris Schwartz, un compañero de trabajo del señor Rabinowitz, fue testigo de la desgarradora escena. Lo habían despedido aún estado en la compañía durante muchos años. Puso su brazo sobre el hombro del señor Rabinowitz:
-No te preocupes, Jaim -dijo-. Estaba pensando en retirarme pronto y además soy soltero, sin familia que mantener. Voy a ofrecerme para retirarme antes y así salvar tu empleo.
El señor Rabinowitz quedó perplejo. Pensó: "¿Es verdad? ¿Este hombre está dispuesto a dejar su trabajo por mí?"
El señor Schwartz se dirigió a la oficina y pidió retirarse antes para salvar el puesto del señor Rabinowitz. El capataz quedó sorprendido e impresionado.
-Muy poca gente ofrecería sacrificar tanto por otro. Si está convencido, estoy dispuesto a hacer el cambio. No hay nada malo con el señor Rabinowitz como trabajador, simplemente tenía que despedir a cinco.
Cuando Janá llegó a la escuela al día siguiente, sus compañeras ya estaban trayendo sus contribuciones para el concurso de Tzedaká.
-Es un buen comienzo -anunció Rabí Grinbaum- pero necesitaremos mucho más. Acabamos de recibir una llamada de Yerushaláim. El padre de diez niños falleció de repente y su viuda necesita desesperadamente dinero para mantener a su familia. Tenemos que ayudar a esta pobre familia. Así que niñas, necesitamos que cada una de ustedes, sin excepción, colabore y participe.
Janá se puso colorada al escuchar las palabras. Hasta ahora no tenía nada para dar. Imagínense la vergüenza si tuviera que decirle a su maestro que su papá no iba a contribuir porque "la caridad empieza por casa".
Mientras volvía a su casa, muchos pensamientos surgieron en su mente. Estaba equivocada en contar sólo con la donación de su papá. Después de todo, Rabí Grinbaum dijo que los padres estaban sólo para alentarlas. Conseguiría un empleo de niñera después de la escuela para ganar dinero para el concurso de Tzedaká y le pediría a sus familiares y a los comerciantes del barrio que la ayudaran
Cuando llegó a su casa, su padre ya había vuelto. Estaba contándole a la familia sobre el despido, como ya había perdido su trabajo y había sido salvado sólo por la bondad de Morris Schwartz.
-Imagínense -dijo-, renunció a su trabajo para que yo conservara el mío, semejante sacrificio, no sé cómo podré pagarle alguna vez.
Janá enseguida pensó en Berel, el sastre.
El señor Rabinowitz miró a su hija Janá y le dijo:
-Jany, hoy aprendí una lección. Es verdad que la caridad comienza por casa pero no termina allí. Así que, Jany, ahora me doy cuenta más que nunca que también tenemos que pensar en los demás. Voy a contribuir con un diez por ciento de mi ganancia para tu concurso de Tzedaká.

Breve de la Parashá Ki-Tetze

"Cuando salieres a la guerra, contra tus adversarios, y lo entregare HaSh-m tu Di-s en tu mano y capturares a su cautivo." (Devarim 21:10)
Este versículo habla de la lucha constante entre el ser humano y su ietzer hará (mala inclinación) que es su enemigo eterno. El Talmud dice que el ietzer hará crece y se fortalece cada día más: si no fuese por la ayuda de Di-s, una persona seria abatida por él. De acuerdo a esto, una persona nunca podría vencer a su ietzer hará naturalmente, y como tal es muy probable que se desaliente y ni siquiera intente sobrepasarlo. Es por eso que la Torá nos dice: "Cuando salieres a la guerra contra tus adversarios" - si solo comienzas a luchar en contra de tu ietzer hará, si solo salieras a la guerra en contra de tu ietzer hará, entonces, y solo entonces, podrás estar seguro de que serás victorioso en tu batalla, porque "HaSh-m, tu Di-s lo entregará en tu mano".
Esto quiere decir: Recibirás asistencia Divina para ganar la batalla, ya que "Alguien que intenta purificarse a sí mismo obtiene ayuda de Arriba."




domingo, 20 de agosto de 2017

El Mes de Elul

Elul es el 12º y último mes del calendario judío. Es un mes que conecta el año pasado con el próximo, un momento en el que reflexionamos sobre dónde estamos y hacia dónde debemos ir.

Se llama "el mes del arrepentimiento", "el mes de la misericordia" y "el mes del perdón". Elul sigue de dos meses previos Tamuz y Av-meses de tragedias que fueron traídas sobre nosotros producto de nuestros pecados. En Tamuz, los judíos pecaron con el becerro de oro; En Rosh Jodesh Elul, Moisés ascendió al Monte Sinaí por un tercer período de 40 días hasta Yom Kipur, cuando descendió con las segundas tablas (lujot) 

“Ven a ver lo que hace Di-s, Su temible trama a los hijos del hombre” Tehilim 66:5

El 7 de Sivan, Moshé subió a la montaña…el 17 de Tamuz las Tablas fueron rotas. El 18 quemó al Becerro de Oro y juzgó a los transgresores. El 18 volvió a subir y durante cuarenta días rogó misericordia. El 1 de Elul subió a recibir las Segundas Tablas, y estuvo allí durante cuarenta días. El 10 de Tishrei, Di-s restauró Su buena voluntad con el pueblo judío, diciéndole a Moshé: “Yo los he perdonado como pediste”, y le entregó las Segundas Tablas.
Rashi
, Shemot 31:1 y 33:11. Estos fueron días en que Di-s reveló al Pueblo judío su gran misericordia. Desde entonces, este tiempo ha sido designado como un tiempo de misericordia y perdón, un momento oportuno para la teshuvá-arrepentimiento "Para volver a Él".



Las cuatro letras del nombre Elul son el acrónimo de la frase en Shir HaShirim "Cantar de los Cantares" (6: 3): "yo soy de mi amado y mi amado es mio". "yo soy de mi amado" -cuando nos acercamos con el deseo de volver y conectarse a Di-s. "Y mi amado es mio" -Di-s de manera reciproca nos expresa su Divina misericordia y perdón.

Este es el mes en que "el Rey está en el campo".

HaSh-m, el Rey de todos los Reyes, se encuentra accesible. Todos pueden acercarse a Él, y Él hará brillar Su rostro a todos.

viernes, 18 de agosto de 2017

Yom Shabbatton