Rabí Yehuda, jefe del Sanhedrin y Rabí Jía iban por un camino
y cuando llegaron a un lugar, preguntaron si residía allí algún
sabio, para visitarlo. Entonce les dijeron que había uno pero era
ciego. Rabí Jía dijo entonces que iría él solo a verlo, puesto que no
correspondía que Rabí Yehuda, el jefe, lo viese.
Pero Rabí Yehuda fue igual y cuando se despidieron del sabio,
éste les dijo: ”-Ustedes vinieron a ver a una persona a la que se lo
puede ver, pero él no ve. Sean pues merecedores de recibir a la
Santa Presencia que ve, pero a quien no se puede ver.”.
-Mira-dijo Rabí Yehuda-si no hubiese venido contigo, me habría
perdido de escuchar una bendición tan hermosa”.
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